Como dice Henning Mankell, escribo en la tradición literaria más antigua del mundo, la que utiliza el espejo del delito y del crimen para reflejar las gentes, sus males, miedos y miserias.
¿De que hablan las tragedias griegas sino de crímenes?

Además, mis relatos negros se inspiran en noticias reales; no al pie de la letra, pues entonces serían crónicas, sino en factores de la noticia, personajes, situaciones concretas, contradicciones, escenarios, especial ferocidad... Porque estoy convencido de que la realidad es más bestia que la ficción.

3/4/12

Chinesse revenge

Tras morir un bebé, aparecieron unos fiambres. Unos hombres muertos, vaya. 
Un hombre joven cuelga de una cuerda. Muerto. La cuerda está sujeta a una viga. La viga es de una nave en un polígono que conoció días mejores. Al ahorcado lo encontraron unos chicos que jugaban a la guerra. En un bolsillo del colgado, la policía encuentra la factura de una cuerda.
Los polis enseñan una fotografía del muerto al tendero que vende cuerdas.
No lo conozco.
¿Y la factura?
Un chino compró una cuerda hace días y me pidió factura.
¿Como era?
No sé. Todos los chinos me parecen iguales. También compró un cuchillo.
¿Un cuchillo?
De cocina. Grande.

Otro día, un jubilado que pasea su vejez por el parque de la Ciudadela, ve junto a la estatua del mamut un hombre joven en un charco de sangre. Muerto. Con un cuchillo de cocina clavado en la espalda. En un bolsillo, la factura de un cuchillo. El tendero tampoco lo conoce.

Días antes, un chino con una bolsa al hombro caminaba de noche por una calle nada concurrida. Lleva un bebé en brazos.
Se oyen solo sus pasos regulares, rápidos. Un desagradable ronroneo cubre el sonido del caminar. Una motocicleta.
Surge una Honda y, sobre ella, dos jóvenes. El que conduce lleva un aro en la oreja. El otro, cabeza rapada.
El chino se gira, ve la moto y apresura el andar. La Honda sobrepasa al chino, gira a la izquierda.
El chino se relaja, aprieta el bebé contra el pecho. Supera la bocacalle por la que ha girado la motocicleta y sigue.
Tres calles más allá, reaparece la Honda. Como una exhalación.
El chino corre. La moto alcanza al chino. El cabeza rapada agarra la bolsa, tira de la correa y la arrebata. El ciclomotor acelera. Desaparece.
El chino ha trastabillado por el tirón. Da un traspiés. Cae al suelo.
Abre los brazos. Por instinto. El bebé se precipita. Su cabecita golpea contra el bordillo. Una mancha roja aparece bajo el cuerpo diminuto.

Tironeros, sirleros y ladrones varios os prefieren, abronca un policía al chino. Lleváis dinero fresco y jamás denunciáis. Culpa vuestra, remacha el madero. En parte, matiza algo avergonzado. Porque ha muerto un niño. Y mecanografía la denuncia.
Los buscaremos, pero no te aseguro nada. Quizás hayan marchado de la ciudad.
Pasan los días. La poli no da palo al agua.
No pasa nada. No pasa nada. No pasa nada.

Pero si pasó. Los cadáveres de los tironeros.

Si no hay justicia, habrá venganza.
Parece.

2 comentarios:

  1. Qué bueno, Xavi, que hayas abierto este blog lleno de auténtico género negro.
    De momento he leído esta venganza china y me ha gustado. Es que los chinos, aunque todos parecen iguales, se ven que se las gastan como el que más.

    Te felicito por este blog y también por el otro porque me gusta tanto o más que éste. (Y hace falta oír otras opiniones y no sólo los lavados de cerebro de los noticieros).

    Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras y un beso para Tesa.

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  2. ¡Muy bueno, Xavi!

    Sustancioso este cuento. Si es que es mejor callar e ir al grano...

    Felicidades por el blog.
    Me pasaré a menudo.

    Un saludo.

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