Como dice Henning Mankell, escribo en la tradición literaria más antigua del mundo, la que utiliza el espejo del delito y del crimen para reflejar las gentes, sus males, miedos y miserias.
¿De que hablan las tragedias griegas sino de crímenes?

Además, mis relatos negros se inspiran en noticias reales; no al pie de la letra, pues entonces serían crónicas, sino en factores de la noticia, personajes, situaciones concretas, contradicciones, escenarios, especial ferocidad... Porque estoy convencido de que la realidad es más bestia que la ficción.

12/5/12

Somos demasiados

¡Qué rica la empanada! ¿De qué es el relleno?
Secreto profesional.
Celina sonríe, pero no suelta prenda.
Deme otra para llevar.
Celina, cerca de los cincuenta, carnes abundantes y cabello teñido de rojo, coge una empanada y la envuelve en papel.
Seis euros en total, pide.
El caballero de cabello ralo entrado en años, acaba la empanada, paga y se va feliz con la otra envuelta.

El negocio empezó meses antes. La cuenta atrás se inició cuando Silveiro, cincuenta y tantos, gordo, sudoroso y calvo, tuvo una revelación. Así lo dijo: he tenido una revelación. 
En realidad fue un sueño angustioso, una pesadilla.
En ese espacio incomprensible de lo onírico (por mucho que Freud se empeñara en lo contrario), Silveiro se vio rodeado y apretado por miles de hombres y mujeres de todas las cataduras y edades posibles.
No podía moverse, no podía respirar. Se ahogaba.
Despertó angustiado. ¡Demasiados! ¡Somos demasiados!
Betina, a su lado, 26 años, turgente y rubia de bote, no se enteró del mal sueño ni de la revelación porque dormía como un ceporro. Pero Celina sí, en la habitación de al lado.
Silveiro había yacido  esa noche con la amante joven; amante aceptada por Celina, la esposa oficial.
Por la mañana, mientras desayunaban, Silveiro explicó lo de la revelación.

Urge hacer algo. Somos demasiados.
Celina y Betina asintieron en silencio.
Hagamos algo, repitió Silverio.
Y lo hicieron. Aunque poco original, pedestre.
¿Sobra gente?, dijo Betina con la osadía propia de la juventud, pues suprimamos gente. Pero ¿cómo?
Sencillo. Secuestraron, asesinaron y trocearon a cuantas personas pudieron, pero de una en una, sin amontonarse. Nada personal: todo por reducir la superpoblación. Las víctimas tenían un denominador común. Estaban solas y eran débiles. Fáciles de asesinar.
Para evitar que la policía les adjudicara un perfil, dijo Silverio en voz baja, no utilizarían un único modo de cargarse al personal. Y así, estrangularon o golpearon la cabeza con un bate, un martillo o un adoquín. Pistolas no usaron, porque no tenían ni sabían como conseguirlas. Y cuchillos, tampoco. Demasiada sangre.


Betina se mareaba con la sangre. Un poco de sangre vale, decía; como la de un garrotazo,  pero una puñalada...
Y se estremecía al pensarlo.
Se cargaron a un funcionario de aduanas, a un indigente drogadicto, a una ninfómana ex-alumna de colegio de monjas, a un cartero seguidor del Atlético, a un mecánico tornero al que le olían los pies, a un jubilado de la construcción...
Como hacían lo que hacían por una revelación, habían levantado un altar y montaban unos rituales muy aparentes. Los rituales consistían en comer con muchas monerías trocitos de los asesinados. Pasados por la plancha al punto, eso sí, porque en la revelación nadie dijo nada de que tuvieran que estar crudos.

Fue Celina quien vio que había negocio. Quedaba mucha carne sin utilizar, porque un ritual no es darse un atracón, precisamente.
El caso es que las empanadas se vendían muy bien.
Al final los cogieron por pardillos. Y no tuvieron ni pizca en cuenta que seguían una revelación. ¿No opinaba su señoría que somos demasiados en este mundo?

4 comentarios:

  1. Abilio, es cierto, somos demasiados, tú. Lo de las empanadas y el relleno especial no está mal pero "jodío" haberte cargado indeseables de esos que todos tenemos en la cabeza y, no sé, tal vez tuviera la cosa algún atenuante.
    Claro que, algunos políticos, deben tener las entrañas ya muy putrefactas.

    Qué cosas, Xavi.

    Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.

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  2. Perón, lo dicho, pero cambiamos a Abilio por Silveiro.
    (Eso pasa por estar medio dormido y leer relatos uno tras otro)

    Otro abrazo de Mos.

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  3. uy! Como me encanta Tim Burton...me recordó lo que hacía la mujer de Sweeney Todd (la genial Helena Borham Carter)...¡que espeluznante!
    Besos!

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  4. Qué cuento más bestia y suculento!

    Aunque si la panda de Silverio fuera más selectiva y en vez de "desaparecer y reciclar" a pobres solitarios eligieran políticos, banqueros y jueces, creo que me caerían hasta simpáticos, aunque no comería en su establecimiento ni gratis.

    Empanada de juez alimentado en restaurantes de lujo en Marbella, pagado con nuestros impuestos y recortes.

    ¿Estaría buena? Uhmmnn

    TQ

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